Este se caracteriza por el bajo nivel de implicación de los padres en el que el castigo y el estatus de poder es lo que domina en la relación familiar, y por la dureza, la frialdad y la falta de implicación real entre padres e hijos. Por lo tanto se puede decir que hay un alto nivel de control y exigencia pero bajos niveles de apoyo y cariño ya que la familia se sostiene por el autoritarismo más que por la autoridad de los padres. En este estilo educativo se obstaculiza el desarrollo de la personalidad de los hijos puesto que el objetivo para los padres es que sus hijos no tengan comportamientos disrruptivos, el cual se quiere lograr dando ordenes unidireccionales.
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